Personal Stories

La Infidelidad es una enfermedad?
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Primer Historia
No puedo creer lo que me paso!
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Historias de Infieles
Capítulo 01
Historia anónima de un infiel
Era una mañana cálida en una ciudad muy calurosa, donde las mujeres visten ropa ligera y transparente. No mencionaré ningún país o ciudad para no ofender a nadie.
Yo: Me encontraba en mi casa descansando cuando escuché que tocaban la puerta. Me levanté de la cama; vestía un short sin trusa o calzón, sin playera y descalzo. Me dirigí hacia la puerta para ver quién era.
En cuanto abrí, vi a una hermosa mujer de piel blanca, ojos café claro, cabello castaño y un cuerpo escultural, con unas caderas bien torneadas. Preguntó por mi esposa. Le contesté, con voz entrecortada, sorprendido de ver a tan bella mujer:
—En este momento no se encuentra, ¿en qué le puedo servir? ¿Gusta dejarle algún recado?
Ella:
—No, mejor regreso más tarde cuando ella esté.
Al mismo tiempo, se quedó pensativa por unos segundos, inclinando la cabeza hacia abajo, mirándose y apretando las manos con algo de nerviosismo. Cuando levantó la mirada...
Yo: La miré fijamente a los ojos. Ella respondió a mi mirada. En ese momento fue como un “click”. Sentí un nerviosismo y el corazón empezó a latir más rápido. Pensando en la hora en que llegaría mi esposa, le pedí que pasara un momento. Sin decir nada, sosteníamos la mirada, y sin parpadear, caminó frente a mí. Apenas me dio tiempo de girar para darle el paso, se acercó tanto que sus senos rozaron mi pecho.
En cuanto cerré la puerta, ella se me acercó y, sin decir una palabra, empezamos a besarnos apasionadamente. En unos minutos, la pasión crecía. Las caricias se apoderaban de nuestros cuerpos, al mismo tiempo que la despojaba de ese vestido que acentuaba sus hermosas caderas torneadas. Los nervios, la adrenalina de pensar que podría llegar mi esposa…
Sin darnos cuenta del tiempo ni del lugar donde estábamos, nos dirigimos a un sillón que estaba cerca, sin dejar de besarnos ni de acariciarnos. Nos recostamos. En mi mente no podía creer lo que me estaba sucediendo. No dejaba de acariciar todo su cuerpo, de cabeza a pies. La sangre me hervía. Sentía su palpitar, su respiración, sus gemidos suaves. Me excitaban.
Quería penetrarla, pero al mismo tiempo quería disfrutar de ese hermoso cuerpo que tenía en mis manos. Poco a poco, suavemente, con las caricias, empecé a levantar el vestido, tocando su bikini negro, recorriendo su cuerpo con mis manos, hasta llegar a sus senos. Los toqué suavemente; tenía un pezón de tono rosa, de buen tamaño, que empezaba a dilatarse. Podía sentir el latido de su corazón y el calor de su cuerpo, que se estremecía al compás de mis caricias.
Lentamente empecé a bajar mi mano, tocando su pubis, hasta llegar a su vagina cálida y jugosa. Coloqué un dedo entre sus labios vaginales, dándole movimientos suaves, al mismo tiempo que introducía uno de mis dedos en su interior. Escuchaba sus gemidos suaves. Ella empezó a mover la cadera, abriendo sus piernas blancas, dándome libertad para colocarme en medio y penetrarla.
Mi pene estaba completamente erecto. Cada minuto que pasaba, la pasión crecía. Llegó el momento en que comencé a penetrarla, sintiendo el calor y el líquido tibio que emanaba de su interior. Con movimientos suaves pero firmes, nos entregamos el uno al otro, sin dejar de besarnos. Nuestros cuerpos vibraban, la sangre hervía. Nos movíamos suavemente, cada vez más excitados, hasta llegar al clímax de la eyaculación.
Una sensación que no se puede definir, un placer inconfundible. Eyaculamos al mismo tiempo. Fue una experiencia única. Por unos segundos, nos faltó el aire. Nos quedamos mirando, sin pedir explicaciones. Con un suspiro profundo, permanecimos inmóviles, tratando de recuperar el aliento.
Después de unos minutos, nos incorporamos. De pronto reaccionamos y rápidamente empezamos a vestirnos. Los nervios regresaron al pensar que mi esposa podría llegar.
Mirándome a los ojos, me dio un beso suave. Esos labios gruesos y carnosos se sentían distintos de cuando empezamos a besarnos. No sé si fue por la eyaculación, pero había una diferencia. Después del beso, me abrazó. Su respiración aún agitada, con un suspiro recuperando el aliento y una mirada que la hacía lucir aún más bella.
Caminó hacia la puerta. Sin pensarlo, le di una nalgada suave pero firme que la hizo estremecer. No lo esperaba. Volteó, y con una sonrisa, me tomó de la mano y me dijo:
—Chao. Fue excitante. Espero no sea la última vez.
Mientras la miraba alejarse, por mi mente pasaban muchas cosas. Aún no podía creer lo que había sucedido, y menos con una mujer tan bella. Fue una experiencia muy excitante que me dejó una buena satisfacción. Suspirando y recuperando el aliento, regresé a mi cama, encendí un cigarrillo, miré al techo. Regresaban esos momentos que acababa de vivir. Sentía su aliento, el aroma de su cuerpo… esa sensación de placer fue inolvidable.
Esta historia continuará.

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